jueves, 25 de octubre de 2018

Seattle.

Esa parte del día en el que terminas sintiendote plenamente llena, y no de felicidad si no por todo lo que has realizado ese día, y que cuando cumples todas las sensaciones pensadas terminas desahogando toda tu furia, todas tus energías. Quizás no al completo o como te hubiera gustado pero la sensación del después no es igual a la de hace unos días, semanas o meses.
Sin embargo, hay algo que no termina de quedarme claro, acabo de sentirme demasiado indiferente con todo, sensación que no esperaba para nada, en realidad tengo miedo, mucho miedo de ser la jodia'. La sensación de poder ser la nube loca que no deja de nublarse y hacer sentir oscuro e insignificante.
No quiero, pero es lo que sale, no me importó, no sentí nada más que -eso-. No me quiero obligar, igual soy injusta, pues no sé si tengo miedo al karma o si juego a doble filo.
Me engaño y no es lo que quiero, sí, me engaño porque cuando engañas, primero te engañas a tí mismo y luego al resto.
Ojalá poder saber con certeza que es lo que ocurrirá, aunque si lo deseo es porque lo quiero y si lo quiero me cargo toda la "magia" en realidad debería querer no saber nada y seguir jugando a la gallinita ciega, así a ciegas, que a medida que pasa el tiempo te vas acordando de que la vida es misterio, sabiduría e incertidumbre.
Y sí, te acuerdas, no lo recordabas porque de pequeño lo sabías, ya que lo único que te preocupaba eran las puntas de los colores que se te habían roto durante el día.

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